Que el hombre te ignore!!! escucho gritar el joven conejo a su madre desde pequeño cada vez que salía de la madriguera. Sus progenitores le habían alertado en numerosas ocasiones sobre los peligros de los depredadores del bosque pero siempre le habían dicho que la mayor amenaza la representaban los humanos de ahí que el saludo entre las criaturas del bosque siempre era el mismo: Que el hombre te ignore.
Aquella mañana salió de su madriguera como todos los días y volvió a escuchar a su madre que gritaba que el hombre te ignore. Pasó junto al arroyo que baja por el pequeño valle y las ranas le dijeron que el hombre te ignore. El viejo roble de lo alto de la colina le dijo con su voz profunda y cavernosa, que el hombre te ignore, mientras el conejo se divertía jugueteando entre sus retorcidas raices.
A pesar de que ya era la hora en la que el sol debería empezar a despuntar entre las colinas cercanas, la niebla mañanera hacia que la temperatura fuese fresca y ese día nuestro protagonista tardó algo mas en regresar a su madriguera. Una oruga que se retorcía entre las secas ramas de un brezo centró toda su atención. Estaba tan ensimismado observando las acrobacias de la bailarina peluda que sus sentidos no se percataron de la amenaza que se cernía sobre ellos. En ese momento la oruga grito pavorosa, que el hombre te ignore. El conejo se dió cuenta de lo que sucedía y se intento refugiar entre las ramas de un brezo de la manera mas sigilosa posible. Pudo observar como una figura humana se acercaba a la zona. El pequeño conejo no podía quitar de sus pensamientos lo que había escuchado a las criaturas del bosque durante toda su vida: Que el hombre te ignore. El hombre pareció agacharse para observar la oruga, jugueteo con ella con un palito mientras esta se retorcía manteniendo un equilibrio casi imposible sobre su seca rama de brezo. Nuestro protagonista repetía para sus adentros una y otra vez que el hombre te ignore, que el hombre te ignore, tratando de contener la respiración. De repente el humano pareció percatarse de la presencia del conejo mientras este se estremecía de terror. Le observo durante tanto tiempo que al pequeño ser le pareció un mundo. Sacó de su pesada mochila un artilugió que el joven conejo no había visto en su vida se coloco justo en frente y le tomó una foto. Tras quedarse otro largo rato mirandole el humano le ignoró y se fue por donde había venido.
Mi pequeño homenaje a Wenceslao Fernandez Flores
y su famosa novela "El Bosque Animado".
Bien visto amigo, me has recordado las tarde que voy a tiara al arco, nuestro campo esta plagado de conejos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menos mal que este pequeño conejo se tropezó con un fotógrafo y no con un cazador.
ResponderEliminarBesos
Vaya entrada guapa,Daniel, fotografía y texto perfectamente enlazados. Solo esos disparos debieran oirse en los montes.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es increíble la fe que tienen en su mimetismo los gazapos de liebre para no ser vistos, pues hasta que casi los pisas, no se mueven.Los veo muy a menudo. Preciosas foto.
ResponderEliminarSaludos
Japy hermoso homenaje y buen momento para esta imagen Saludos
ResponderEliminarUn bonito homenaje, pero yo creo que esa es una liebre. Un abrazo!
ResponderEliminarSeguramente pueda ser una liebre. Yo si no las veo corriendo no las distingo de los conejos. Gracias por el comentario y por tu aporte.
EliminarUn abrazo.
Muy bonito el homenaje, excelente el camuflaje del animalito en el terreno, un saludo.
ResponderEliminarNice words and a great photograph!.
ResponderEliminarHola de nuevo, primero pedirte disculpas por todo este tiempo en el que no me he pasado por tu blog, lo cierto es que he estado haciendo un curso y me ha sido imposible, pero nuevamente ando por aquí disfrutando de tus publicaciones, un abrazo. Unos trabajos maravillosos como siempre.
ResponderEliminarAgazapado y temeroso, menos mal, que esta vez el hombre solo quería fotografiarlo.
ResponderEliminarBonita entrada.
Un beso
En la naturaleza `pdemos encomtrar infinidad de cosas a fotografiar
ResponderEliminarSaludos desde Jerez